Thursday, December 31, 2009

Turututuru turututururu tururu

Hmm a unas pocas horas de terminar este bonito año lo puedo describir como un año de transición, muchas cosas cambiaron sutilmente, aprendí, maduré, pero sobre todo viví y fue muy padre todo este año de cambios, y ahora espero que el 2010 se vean algunas de las consecuencias de estos cambios, creo q empieza algo nuevo, algo muy cool...

Y pues por aquí les dejo una rola que de alguna manera me acompañó todo este año o por lo menos desde el verano... Me recuerda en especial a dos personas, sin embargo siento q es mucho de lo que paso en el año =)

Y pues a todos aquellos que por alguna razón estamos lejos pues algún día nos habremos de encontrar de new jaja y tendremos muchas historias que contar ;)

"Las piedras rodando se encuentran...
y tu y yo algún día nos habremos de encontrar
Mientras tanto cuídate.. Y que te bendiga Dios!
No hagas nada malo que no hiciera yo...!





Compartimos el mismo cielo.. Compartimos el mismo anhelo..
Compartimos el mismo tiempo y el mismo lugar..
fuimos parte de la misma historia, íbamos en la misma prepa
yo siempre fui una lacra y tú eras del cuadro de honor..


Las piedras rodando se encuentran..
y tu y yo algún día nos habremos de encontrar
Mientras tanto cuídate.. Y que te bendiga Dios!
No hagas nada malo que no hiciera yo..

Encendimos el mismo fuego.. competimos en el mismo juego..
compartimos el mismo amor y el mismo dolor..
La vida nos jugó una broma y el destino trazó el camino,
para que cada quien se fuera con su cada cual..


Las piedras rodando se encuentran..
y tu y yo algún día nos habremos de encontrar
mientras tanto cuídate.. !¡Y que te bendiga Dios!
No hagas nada malo que no hiciera yo..


Las piedras rodando se encuentran..
y tu y yo algún día nos habremos de encontrar
Mientras tanto cuídate.. Y que te bendiga Dios!
No hagas nada malo que no hiciera yo..


Las piedras rodando se encuentran..
y tu y yo algún día nos habremos de encontrar
Mientras tanto cuídate.. y que te bendiga Dios!
No hagas nada malo que no hiciera yo..

Sunday, December 13, 2009

Quisiese

Hoy quisiese:

estar a tu lado
o ya no pensar en ti
poderte ver
o nunca haberte visto antes
poderte besar
o ni siquiera saber que existes
poderte abrazar
o nunca recordar que nos conocimos


saber que sientes lo mismo que yo
o que nunca me hubieses hecho reir
saber que tengo una oportunidad
o jamás haber escuchado tu música
poder quererte
o que jamás me hubieses gustado
decirtelo todo
o saber que no eres para mí
soñar contigo
o despertar sin saber quien eres

pero si de querer o no querer esta vida se tratase, todo sería mucho más fácil y de cualquier manera pienso que la vida es tan divertida =) que me doy risa por terminar escribiendo estas cursilerías :P

Sunday, November 29, 2009

Now and then...

Now and then I wonder again..."Where are you?" I know this question may never have an answer, but honestly, sometimes I wonder if you can be here again.

Yes, is that selfish way of thinking things, but I trully miss you. I remember every single day those good moments we spent together and I realize they won't be back ever again, unless I keep on remembering them (which I do) but I wish they could be more real.

I don't regret the time we spent together or the time we didn't. I only remember with nostalgy, and I wonder if I can understand what is it? What is not being in this world anymore? Will I see you ever again? Will we have those nice chats, funny times again?

If I ever see you again, I guess I will run to hug you and cry... Cuz is that what I want to do right now.

And finally I return to the real world, I know I wont see you again, that you must be at a better place, that the only things left are my memories and perhaps some material things that remind me you were real. Life goes on, I must go on with it too, but it doesn't impede to stop, now and then, to remember and smile, and keep that smile from the past in the present and preserve it to the future.

=)

Sunday, November 15, 2009

Evaluación de un año más...

Hace pocos días me dí cuenta de la fecha...
Un poco más de tiempo y el año está por cumplirse, un año más que he pasado en este planeta, en este mundo y entre esta gente...
Una fecha que no solía ser importante para mí hasta que vi la importancia que tenía para los demás el poder pasar ese tiempo conmigo y yo disfrutar de estar con ellos, de esas maneras tan extrañas que plantea la vida; porque por lo general, siempre hay distancias (no importa el genero de ellas) de por medio.

Volteo hacia atrás y veo ese día hace un año. Parece que fue hace una eternidad cuando estaba ahí sentada revisando mi correo y parece que fue ayer cuando estaba ahí sentada disfrutando de la compañía de las personas que ahí conmigo estaban. Han pasado tantas cosas, buenas o malas, quizá todas buenas o sino simplemente pasaron... pero han sido tantas que se han eclipsado en un abrir y cerrar de ojos.
La vida pasa cada día más rápido, no sé si es la edad o el mundo; quizá algún día el mundo hasta gire más rápido!! Sin embargo es impactante, ¿qué hago con mi tiempo? ¿qué hago conmigo? ¿qué hago con mis recursos y con mi vida? Es tan solo un abrir y cerrar de ojos y pienso que mañana podría ser el fin y en verdad es algo que no me importaría. Lo único que estoy conciente que hago es tratar de ser feliz y ese ser feliz es un reto nuevo cada día, una nueva aventura por vivir!

Es cuestión de enfoques, es cuestión de formas, de fondos y de sentidos. Es cuestión de una vida o de la otra.

Y al parecer no hay lógica xD

Sunday, November 8, 2009

Requisitos del artista.

Según Novalis.

"El poeta necesita una mente serena y atenta, ideas o inclinaciones que le alejen del ajetreo mundano y de asuntos mezquinos, una situación despreocupada, viajes, relaciones con hombres de toda condición, opiniones diversas, frivolidad, memoria, don de la palabra, nigún apego a una cosa determinada, ninguna pasión en su pleno sentido, una amplia susceptibilidad."


Recordando la etimología de poeta, que viene del griego poyesis que significa creación; así pues interpretamos en la filosofía al poeta como cualquier artista.

Tuesday, October 6, 2009

Así empieza una nueva historia...

Otro libro pendiente más para trabajar en él, q les parece esto para empezar una nueva novela:



-Mientras no se crucen conejos en su camino, todo estará bien.

En mi interior, yo pensaba, que el valor de aquel hombre debía de ser mucho para prestarle su camioneta. A la fecha yo creo que yo no le prestaría mi auto.
También fueron esas palabras las que me hicieron recordar un rostro que de otro modo habría olvidado.
Fueron, en definitiva, las palabras mágicas.

Sunday, October 4, 2009

How did economists get it so Wrong?

By PAUL KRUGMAN

Published: September 2, 2009

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I. MISTAKING BEAUTY FOR TRUTH

It’s hard to believe now, but not long ago economists were congratulating themselves over the success of their field. Those successes — or so they believed — were both theoretical and practical, leading to a golden era for the profession. On the theoretical side, they thought that they had resolved their internal disputes. Thus, in a 2008 paper titled “The State of Macro” (that is, macroeconomics, the study of big-picture issues like recessions), Olivier Blanchard of M.I.T., now the chief economist at the International Monetary Fund, declared that “the state of macro is good.” The battles of yesteryear, he said, were over, and there had been a “broad convergence of vision.” And in the real world, economists believed they had things under control: the “central problem of depression-prevention has been solved,” declared Robert Lucas of the University of Chicago in his 2003 presidential address to the American Economic Association. In 2004, Ben Bernanke, a former Princeton professor who is now the chairman of the Federal Reserve Board, celebrated the Great Moderation in economic performance over the previous two decades, which he attributed in part to improved economic policy making.

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Last year, everything came apart.

Few economists saw our current crisis coming, but this predictive failure was the least of the field’s problems. More important was the profession’s blindness to the very possibility of catastrophic failures in a market economy. During the golden years, financial economists came to believe that markets were inherently stable — indeed, that stocks and other assets were always priced just right. There was nothing in the prevailing models suggesting the possibility of the kind of collapse that happened last year. Meanwhile, macroeconomists were divided in their views. But the main division was between those who insisted that free-market economies never go astray and those who believed that economies may stray now and then but that any major deviations from the path of prosperity could and would be corrected by the all-powerful Fed. Neither side was prepared to cope with an economy that went off the rails despite the Fed’s best efforts.

And in the wake of the crisis, the fault lines in the economics profession have yawned wider than ever. Lucas says the Obama administration’s stimulus plans are “schlock economics,” and his Chicago colleague John Cochrane says they’re based on discredited “fairy tales.” In response, Brad DeLong of the University of California, Berkeley, writes of the “intellectual collapse” of the Chicago School, and I myself have written that comments from Chicago economists are the product of a Dark Age of macroeconomics in which hard-won knowledge has been forgotten.

What happened to the economics profession? And where does it go from here?

As I see it, the economics profession went astray because economists, as a group, mistook beauty, clad in impressive-looking mathematics, for truth. Until the Great Depression, most economists clung to a vision of capitalism as a perfect or nearly perfect system. That vision wasn’t sustainable in the face of mass unemployment, but as memories of the Depression faded, economists fell back in love with the old, idealized vision of an economy in which rational individuals interact in perfect markets, this time gussied up with fancy equations. The renewed romance with the idealized market was, to be sure, partly a response to shifting political winds, partly a response to financial incentives. But while sabbaticals at the Hoover Institution and job opportunities on Wall Street are nothing to sneeze at, the central cause of the profession’s failure was the desire for an all-encompassing, intellectually elegant approach that also gave economists a chance to show off their mathematical prowess.

Unfortunately, this romanticized and sanitized vision of the economy led most economists to ignore all the things that can go wrong. They turned a blind eye to the limitations of human rationality that often lead to bubbles and busts; to the problems of institutions that run amok; to the imperfections of markets — especially financial markets — that can cause the economy’s operating system to undergo sudden, unpredictable crashes; and to the dangers created when regulators don’t believe in regulation.

It’s much harder to say where the economics profession goes from here. But what’s almost certain is that economists will have to learn to live with messiness. That is, they will have to acknowledge the importance of irrational and often unpredictable behavior, face up to the often idiosyncratic imperfections of markets and accept that an elegant economic “theory of everything” is a long way off. In practical terms, this will translate into more cautious policy advice — and a reduced willingness to dismantle economic safeguards in the faith that markets will solve all problems.

II. FROM SMITH TO KEYNES AND BACK

The birth of economics as a discipline is usually credited to Adam Smith, who published “The Wealth of Nations” in 1776. Over the next 160 years an extensive body of economic theory was developed, whose central message was: Trust the market. Yes, economists admitted that there were cases in which markets might fail, of which the most important was the case of “externalities” — costs that people impose on others without paying the price, like traffic congestion or pollution. But the basic presumption of “neoclassical” economics (named after the late-19th-century theorists who elaborated on the concepts of their “classical” predecessors) was that we should have faith in the market system.

This faith was, however, shattered by the Great Depression. Actually, even in the face of total collapse some economists insisted that whatever happens in a market economy must be right: “Depressions are not simply evils,” declared Joseph Schumpeter in 1934 — 1934! They are, he added, “forms of something which has to be done.” But many, and eventually most, economists turned to the insights of John Maynard Keynes for both an explanation of what had happened and a solution to future depressions.

Keynes did not, despite what you may have heard, want the government to run the economy. He described his analysis in his 1936 masterwork, “The General Theory of Employment, Interest and Money,” as “moderately conservative in its implications.” He wanted to fix capitalism, not replace it. But he did challenge the notion that free-market economies can function without a minder, expressing particular contempt for financial markets, which he viewed as being dominated by short-term speculation with little regard for fundamentals. And he called for active government intervention — printing more money and, if necessary, spending heavily on public works — to fight unemployment during slumps.

It’s important to understand that Keynes did much more than make bold assertions. “The General Theory” is a work of profound, deep analysis — analysis that persuaded the best young economists of the day. Yet the story of economics over the past half century is, to a large degree, the story of a retreat from Keynesianism and a return to neoclassicism. The neoclassical revival was initially led by Milton Friedman of the University of Chicago, who asserted as early as 1953 that neoclassical economics works well enough as a description of the way the economy actually functions to be “both extremely fruitful and deserving of much confidence.” But what about depressions?

Friedman’s counterattack against Keynes began with the doctrine known as monetarism. Monetarists didn’t disagree in principle with the idea that a market economy needs deliberate stabilization. “We are all Keynesians now,” Friedman once said, although he later claimed he was quoted out of context. Monetarists asserted, however, that a very limited, circumscribed form of government intervention — namely, instructing central banks to keep the nation’s money supply, the sum of cash in circulation and bank deposits, growing on a steady path — is all that’s required to prevent depressions. Famously, Friedman and his collaborator, Anna Schwartz, argued that if the Federal Reserve had done its job properly, the Great Depression would not have happened. Later, Friedman made a compelling case against any deliberate effort by government to push unemployment below its “natural” level (currently thought to be about 4.8 percent in the United States): excessively expansionary policies, he predicted, would lead to a combination of inflation and high unemployment — a prediction that was borne out by the stagflation of the 1970s, which greatly advanced the credibility of the anti-Keynesian movement.

Eventually, however, the anti-Keynesian counterrevolution went far beyond Friedman’s position, which came to seem relatively moderate compared with what his successors were saying. Among financial economists, Keynes’s disparaging vision of financial markets as a “casino” was replaced by “efficient market” theory, which asserted that financial markets always get asset prices right given the available information. Meanwhile, many macroeconomists completely rejected Keynes’s framework for understanding economic slumps. Some returned to the view of Schumpeter and other apologists for the Great Depression, viewing recessions as a good thing, part of the economy’s adjustment to change. And even those not willing to go that far argued that any attempt to fight an economic slump would do more harm than good.

Not all macroeconomists were willing to go down this road: many became self-described New Keynesians, who continued to believe in an active role for the government. Yet even they mostly accepted the notion that investors and consumers are rational and that markets generally get it right.

Of course, there were exceptions to these trends: a few economists challenged the assumption of rational behavior, questioned the belief that financial markets can be trusted and pointed to the long history of financial crises that had devastating economic consequences. But they were swimming against the tide, unable to make much headway against a pervasive and, in retrospect, foolish complacency.

III. PANGLOSSIAN FINANCE

In the 1930s, financial markets, for obvious reasons, didn’t get much respect. Keynes compared them to “those newspaper competitions in which the competitors have to pick out the six prettiest faces from a hundred photographs, the prize being awarded to the competitor whose choice most nearly corresponds to the average preferences of the competitors as a whole; Keynes noted that a competitor did not have to pick “those faces which he himself finds prettiest, but those that he thinks likeliest to catch the fancy of the other competitors.” And Keynes considered it a very bad idea to let such markets, in which speculators spent their time chasing one another’s tails, dictate important business decisions: “When the capital development of a country becomes a by-product of the activities of a casino, the job is likely to be ill-done.”

By 1970 or so, however, the study of financial markets seemed to have been taken over by Voltaire’s Dr. Pangloss, who insisted that we live in the best of all possible worlds. Discussion of investor irrationality, of bubbles, of destructive speculation had virtually disappeared from academic discourse. The field was dominated by the “efficient-market hypothesis,” promulgated by Eugene Fama of the University of Chicago, which claims that financial markets price assets precisely at their intrinsic worth given all publicly available information. (The price of a company’s stock, for example, always accurately reflects the company’s value given the information available on the company’s earnings, its business prospects and so on.) And by the 1980s, finance economists, notably Michael Jensen of the Harvard Business School, were arguing that because financial markets always get prices right, the best thing corporate chieftains can do, not just for themselves but for the sake of the economy, is to maximize their stock prices. In other words, finance economists believed that we should put the capital development of the nation in the hands of what Keynes had called a “casino.”

It’s hard to argue that this transformation in the profession was driven by events. True, the memory of 1929 was gradually receding, but there continued to be bull markets, with widespread tales of speculative excess, followed by bear markets. In 1973-4, for example, stocks lost 48 percent of their value. And the 1987 stock crash, in which the Dow plunged nearly 23 percent in a day for no clear reason, should have raised at least a few doubts about market rationality.

These events, however, which Keynes would have considered evidence of the unreliability of markets, did little to blunt the force of a beautiful idea. The theoretical model that finance economists developed by assuming that every investor rationally balances risk against reward — the so-called Capital Asset Pricing Model, or CAPM (pronounced cap-em) — is wonderfully elegant. And if you accept its premises it’s also extremely useful. CAPM not only tells you how to choose your portfolio — even more important from the financial industry’s point of view, it tells you how to put a price on financial derivatives, claims on claims. The elegance and apparent usefulness of the new theory led to a string of Nobel prizes for its creators, and many of the theory’s adepts also received more mundane rewards: Armed with their new models and formidable math skills — the more arcane uses of CAPM require physicist-level computations — mild-mannered business-school professors could and did become Wall Street rocket scientists, earning Wall Street paychecks.

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To be fair, finance theorists didn’t accept the efficient-market hypothesis merely because it was elegant, convenient and lucrative. They also produced a great deal of statistical evidence, which at first seemed strongly supportive. But this evidence was of an oddly limited form. Finance economists rarely asked the seemingly obvious (though not easily answered) question of whether asset prices made sense given real-world fundamentals like earnings. Instead, they asked only whether asset prices made sense given other asset prices. Larry Summers, now the top economic adviser in the Obama administration, once mocked finance professors with a parable about “ketchup economists” who “have shown that two-quart bottles of ketchup invariably sell for exactly twice as much as one-quart bottles of ketchup,” and conclude from this that the ketchup market is perfectly efficient.

But neither this mockery nor more polite critiques from economists like Robert Shiller of Yale had much effect. Finance theorists continued to believe that their models were essentially right, and so did many people making real-world decisions. Not least among these was Alan Greenspan, who was then the Fed chairman and a long-time supporter of financial deregulation whose rejection of calls to rein in subprime lending or address the ever-inflating housing bubble rested in large part on the belief that modern financial economics had everything under control. There was a telling moment in 2005, at a conference held to honor Greenspan’s tenure at the Fed. One brave attendee, Raghuram Rajan (of the University of Chicago, surprisingly), presented a paper warning that the financial system was taking on potentially dangerous levels of risk. He was mocked by almost all present — including, by the way, Larry Summers, who dismissed his warnings as “misguided.”

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By October of last year, however, Greenspan was admitting that he was in a state of “shocked disbelief,” because “the whole intellectual edifice” had “collapsed.” Since this collapse of the intellectual edifice was also a collapse of real-world markets, the result was a severe recession — the worst, by many measures, since the Great Depression. What should policy makers do? Unfortunately, macroeconomics, which should have been providing clear guidance about how to address the slumping economy, was in its own state of disarray.

IV. THE TROUBLE WITH MACRO

“We have involved ourselves in a colossal muddle, having blundered in the control of a delicate machine, the working of which we do not understand. The result is that our possibilities of wealth may run to waste for a time — perhaps for a long time.” So wrote John Maynard Keynes in an essay titled “The Great Slump of 1930,” in which he tried to explain the catastrophe then overtaking the world. And the world’s possibilities of wealth did indeed run to waste for a long time; it took World War II to bring the Great Depression to a definitive end.

Why was Keynes’s diagnosis of the Great Depression as a “colossal muddle” so compelling at first? And why did economics, circa 1975, divide into opposing camps over the value of Keynes’s views?

I like to explain the essence of Keynesian economics with a true story that also serves as a parable, a small-scale version of the messes that can afflict entire economies. Consider the travails of the Capitol Hill Baby-Sitting Co-op.

Your browser may not support display of this image. This co-op, whose problems were recounted in a 1977 article in The Journal of Money, Credit and Banking, was an association of about 150 young couples who agreed to help one another by baby-sitting for one another’s children when parents wanted a night out. To ensure that every couple did its fair share of baby-sitting, the co-op introduced a form of scrip: coupons made out of heavy pieces of paper, each entitling the bearer to one half-hour of sitting time. Initially, members received 20 coupons on joining and were required to return the same amount on departing the group.

Unfortunately, it turned out that the co-op’s members, on average, wanted to hold a reserve of more than 20 coupons, perhaps, in case they should want to go out several times in a row. As a result, relatively few people wanted to spend their scrip and go out, while many wanted to baby-sit so they could add to their hoard. But since baby-sitting opportunities arise only when someone goes out for the night, this meant that baby-sitting jobs were hard to find, which made members of the co-op even more reluctant to go out, making baby-sitting jobs even scarcer. . . .

In short, the co-op fell into a recession.

O.K., what do you think of this story? Don’t dismiss it as silly and trivial: economists have used small-scale examples to shed light on big questions ever since Adam Smith saw the roots of economic progress in a pin factory, and they’re right to do so. The question is whether this particular example, in which a recession is a problem of inadequate demand — there isn’t enough demand for baby-sitting to provide jobs for everyone who wants one — gets at the essence of what happens in a recession.

Your browser may not support display of this image. Forty years ago most economists would have agreed with this interpretation. But since then macroeconomics has divided into two great factions: “saltwater” economists (mainly in coastal U.S. universities), who have a more or less Keynesian vision of what recessions are all about; and “freshwater” economists (mainly at inland schools), who consider that vision nonsense.

Freshwater economists are, essentially, neoclassical purists. They believe that all worthwhile economic analysis starts from the premise that people are rational and markets work, a premise violated by the story of the baby-sitting co-op. As they see it, a general lack of sufficient demand isn’t possible, because prices always move to match supply with demand. If people want more baby-sitting coupons, the value of those coupons will rise, so that they’re worth, say, 40 minutes of baby-sitting rather than half an hour — or, equivalently, the cost of an hours’ baby-sitting would fall from 2 coupons to 1.5. And that would solve the problem: the purchasing power of the coupons in circulation would have risen, so that people would feel no need to hoard more, and there would be no recession.

But don’t recessions look like periods in which there just isn’t enough demand to employ everyone willing to work? Appearances can be deceiving, say the freshwater theorists. Sound economics, in their view, says that overall failures of demand can’t happen — and that means that they don’t. Keynesian economics has been “proved false,” Cochrane, of the University of Chicago, says.

Yet recessions do happen. Why? In the 1970s the leading freshwater macroeconomist, the Nobel laureate Robert Lucas, argued that recessions were caused by temporary confusion: workers and companies had trouble distinguishing overall changes in the level of prices because of inflation or deflation from changes in their own particular business situation. And Lucas warned that any attempt to fight the business cycle would be counterproductive: activist policies, he argued, would just add to the confusion.

By the 1980s, however, even this severely limited acceptance of the idea that recessions are bad things had been rejected by many freshwater economists. Instead, the new leaders of the movement, especially Edward Prescott, who was then at the University of Minnesota (you can see where the freshwater moniker comes from), argued that price fluctuations and changes in demand actually had nothing to do with the business cycle. Rather, the business cycle reflects fluctuations in the rate of technological progress, which are amplified by the rational response of workers, who voluntarily work more when the environment is favorable and less when it’s unfavorable. Unemployment is a deliberate decision by workers to take time off.

Put baldly like that, this theory sounds foolish — was the Great Depression really the Great Vacation? And to be honest, I think it really is silly. But the basic premise of Prescott’s “real business cycle” theory was embedded in ingeniously constructed mathematical models, which were mapped onto real data using sophisticated statistical techniques, and the theory came to dominate the teaching of macroeconomics in many university departments. In 2004, reflecting the theory’s influence, Prescott shared a Nobel with Finn Kydland of Carnegie Mellon University.

Meanwhile, saltwater economists balked. Where the freshwater economists were purists, saltwater economists were pragmatists. While economists like N. Gregory Mankiw at Harvard, Olivier Blanchard at M.I.T. and David Romer at the University of California, Berkeley, acknowledged that it was hard to reconcile a Keynesian demand-side view of recessions with neoclassical theory, they found the evidence that recessions are, in fact, demand-driven too compelling to reject. So they were willing to deviate from the assumption of perfect markets or perfect rationality, or both, adding enough imperfections to accommodate a more or less Keynesian view of recessions. And in the saltwater view, active policy to fight recessions remained desirable.

But the self-described New Keynesian economists weren’t immune to the charms of rational individuals and perfect markets. They tried to keep their deviations from neoclassical orthodoxy as limited as possible. This meant that there was no room in the prevailing models for such things as bubbles and banking-system collapse. The fact that such things continued to happen in the real world — there was a terrible financial and macroeconomic crisis in much of Asia in 1997-8 and a depression-level slump in Argentina in 2002 — wasn’t reflected in the mainstream of New Keynesian thinking.

Even so, you might have thought that the differing worldviews of freshwater and saltwater economists would have put them constantly at loggerheads over economic policy. Somewhat surprisingly, however, between around 1985 and 2007 the disputes between freshwater and saltwater economists were mainly about theory, not action. The reason, I believe, is that New Keynesians, unlike the original Keynesians, didn’t think fiscal policy — changes in government spending or taxes — was needed to fight recessions. They believed that monetary policy, administered by the technocrats at the Fed, could provide whatever remedies the economy needed. At a 90th birthday celebration for Milton Friedman, Ben Bernanke, formerly a more or less New Keynesian professor at Princeton, and by then a member of the Fed’s governing board, declared of the Great Depression: “You’re right. We did it. We’re very sorry. But thanks to you, it won’t happen again.” The clear message was that all you need to avoid depressions is a smarter Fed.

And as long as macroeconomic policy was left in the hands of the maestro Greenspan, without Keynesian-type stimulus programs, freshwater economists found little to complain about. (They didn’t believe that monetary policy did any good, but they didn’t believe it did any harm, either.)

It would take a crisis to reveal both how little common ground there was and how Panglossian even New Keynesian economics had become.

V. NOBODY COULD HAVE PREDICTED . . .

In recent, rueful economics discussions, an all-purpose punch line has become “nobody could have predicted. . . .” It’s what you say with regard to disasters that could have been predicted, should have been predicted and actually were predicted by a few economists who were scoffed at for their pains.

Take, for example, the precipitous rise and fall of housing prices. Some economists, notably Robert Shiller, did identify the bubble and warn of painful consequences if it were to burst. Yet key policy makers failed to see the obvious. In 2004, Alan Greenspan dismissed talk of a housing bubble: “a national severe price distortion,” he declared, was “most unlikely.” Home-price increases, Ben Bernanke said in 2005, “largely reflect strong economic fundamentals.”

How did they miss the bubble? To be fair, interest rates were unusually low, possibly explaining part of the price rise. It may be that Greenspan and Bernanke also wanted to celebrate the Fed’s success in pulling the economy out of the 2001 recession; conceding that much of that success rested on the creation of a monstrous bubble would have placed a damper on the festivities.

But there was something else going on: a general belief that bubbles just don’t happen. What’s striking, when you reread Greenspan’s assurances, is that they weren’t based on evidence — they were based on the a priori assertion that there simply can’t be a bubble in housing. And the finance theorists were even more adamant on this point. In a 2007 interview, Eugene Fama, the father of the efficient-market hypothesis, declared that “the word ‘bubble’ drives me nuts,” and went on to explain why we can trust the housing market: “Housing markets are less liquid, but people are very careful when they buy houses. It’s typically the biggest investment they’re going to make, so they look around very carefully and they compare prices. The bidding process is very detailed.”

Indeed, home buyers generally do carefully compare prices — that is, they compare the price of their potential purchase with the prices of other houses. But this says nothing about whether the overall price of houses is justified. It’s ketchup economics, again: because a two-quart bottle of ketchup costs twice as much as a one-quart bottle, finance theorists declare that the price of ketchup must be right.

In short, the belief in efficient financial markets blinded many if not most economists to the emergence of the biggest financial bubble in history. And efficient-market theory also played a significant role in inflating that bubble in the first place.

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Now that the undiagnosed bubble has burst, the true riskiness of supposedly safe assets has been revealed and the financial system has demonstrated its fragility. U.S. households have seen $13 trillion in wealth evaporate. More than six million jobs have been lost, and the unemployment rate appears headed for its highest level since 1940. So what guidance does modern economics have to offer in our current predicament? And should we trust it?

VI. THE STIMULUS SQUABBLE

Between 1985 and 2007 a false peace settled over the field of macroeconomics. There hadn’t been any real convergence of views between the saltwater and freshwater factions. But these were the years of the Great Moderation — an extended period during which inflation was subdued and recessions were relatively mild. Saltwater economists believed that the Federal Reserve had everything under control. Freshwater economists didn’t think the Fed’s actions were actually beneficial, but they were willing to let matters lie.

But the crisis ended the phony peace. Suddenly the narrow, technocratic policies both sides were willing to accept were no longer sufficient — and the need for a broader policy response brought the old conflicts out into the open, fiercer than ever.

Why weren’t those narrow, technocratic policies sufficient? The answer, in a word, is zero.

Your browser may not support display of this image. During a normal recession, the Fed responds by buying Treasury bills — short-term government debt — from banks. This drives interest rates on government debt down; investors seeking a higher rate of return move into other assets, driving other interest rates down as well; and normally these lower interest rates eventually lead to an economic bounceback. The Fed dealt with the recession that began in 1990 by driving short-term interest rates from 9 percent down to 3 percent. It dealt with the recession that began in 2001 by driving rates from 6.5 percent to 1 percent. And it tried to deal with the current recession by driving rates down from 5.25 percent to zero.

But zero, it turned out, isn’t low enough to end this recession. And the Fed can’t push rates below zero, since at near-zero rates investors simply hoard cash rather than lending it out. So by late 2008, with interest rates basically at what macroeconomists call the “zero lower bound” even as the recession continued to deepen, conventional monetary policy had lost all traction.

Now what? This is the second time America has been up against the zero lower bound, the previous occasion being the Great Depression. And it was precisely the observation that there’s a lower bound to interest rates that led Keynes to advocate higher government spending: when monetary policy is ineffective and the private sector can’t be persuaded to spend more, the public sector must take its place in supporting the economy. Fiscal stimulus is the Keynesian answer to the kind of depression-type economic situation we’re currently in.

Such Keynesian thinking underlies the Obama administration’s economic policies — and the freshwater economists are furious. For 25 or so years they tolerated the Fed’s efforts to manage the economy, but a full-blown Keynesian resurgence was something entirely different. Back in 1980, Lucas, of the University of Chicago, wrote that Keynesian economics was so ludicrous that “at research seminars, people don’t take Keynesian theorizing seriously anymore; the audience starts to whisper and giggle to one another.” Admitting that Keynes was largely right, after all, would be too humiliating a comedown.

And so Chicago’s Cochrane, outraged at the idea that government spending could mitigate the latest recession, declared: “It’s not part of what anybody has taught graduate students since the 1960s. They [Keynesian ideas] are fairy tales that have been proved false. It is very comforting in times of stress to go back to the fairy tales we heard as children, but it doesn’t make them less false.” (It’s a mark of how deep the division between saltwater and freshwater runs that Cochrane doesn’t believe that “anybody” teaches ideas that are, in fact, taught in places like Princeton, M.I.T. and Harvard.)

Meanwhile, saltwater economists, who had comforted themselves with the belief that the great divide in macroeconomics was narrowing, were shocked to realize that freshwater economists hadn’t been listening at all. Freshwater economists who inveighed against the stimulus didn’t sound like scholars who had weighed Keynesian arguments and found them wanting. Rather, they sounded like people who had no idea what Keynesian economics was about, who were resurrecting pre-1930 fallacies in the belief that they were saying something new and profound.

And it wasn’t just Keynes whose ideas seemed to have been forgotten. As Brad DeLong of the University of California, Berkeley, has pointed out in his laments about the Chicago school’s “intellectual collapse,” the school’s current stance amounts to a wholesale rejection of Milton Friedman’s ideas, as well. Friedman believed that Fed policy rather than changes in government spending should be used to stabilize the economy, but he never asserted that an increase in government spending cannot, under any circumstances, increase employment. In fact, rereading Friedman’s 1970 summary of his ideas, “A Theoretical Framework for Monetary Analysis,” what’s striking is how Keynesian it seems.

And Friedman certainly never bought into the idea that mass unemployment represents a voluntary reduction in work effort or the idea that recessions are actually good for the economy. Yet the current generation of freshwater economists has been making both arguments. Thus Chicago’s Casey Mulligan suggests that unemployment is so high because many workers are choosing not to take jobs: “Employees face financial incentives that encourage them not to work . . . decreased employment is explained more by reductions in the supply of labor (the willingness of people to work) and less by the demand for labor (the number of workers that employers need to hire).” Mulligan has suggested, in particular, that workers are choosing to remain unemployed because that improves their odds of receiving mortgage relief. And Cochrane declares that high unemployment is actually good: “We should have a recession. People who spend their lives pounding nails in Nevada need something else to do.”

Personally, I think this is crazy. Why should it take mass unemployment across the whole nation to get carpenters to move out of Nevada? Can anyone seriously claim that we’ve lost 6.7 million jobs because fewer Americans want to work? But it was inevitable that freshwater economists would find themselves trapped in this cul-de-sac: if you start from the assumption that people are perfectly rational and markets are perfectly efficient, you have to conclude that unemployment is voluntary and recessions are desirable.

Yet if the crisis has pushed freshwater economists into absurdity, it has also created a lot of soul-searching among saltwater economists. Their framework, unlike that of the Chicago School, both allows for the possibility of involuntary unemployment and considers it a bad thing. But the New Keynesian models that have come to dominate teaching and research assume that people are perfectly rational and financial markets are perfectly efficient. To get anything like the current slump into their models, New Keynesians are forced to introduce some kind of fudge factor that for reasons unspecified temporarily depresses private spending. (I’ve done exactly that in some of my own work.) And if the analysis of where we are now rests on this fudge factor, how much confidence can we have in the models’ predictions about where we are going?

The state of macro, in short, is not good. So where does the profession go from here?

VII. FLAWS AND FRICTIONS

Economics, as a field, got in trouble because economists were seduced by the vision of a perfect, frictionless market system. If the profession is to redeem itself, it will have to reconcile itself to a less alluring vision — that of a market economy that has many virtues but that is also shot through with flaws and frictions. The good news is that we don’t have to start from scratch. Even during the heyday of perfect-market economics, there was a lot of work done on the ways in which the real economy deviated from the theoretical ideal. What’s probably going to happen now — in fact, it’s already happening — is that flaws-and-frictions economics will move from the periphery of economic analysis to its center.

There’s already a fairly well developed example of the kind of economics I have in mind: the school of thought known as behavioral finance. Practitioners of this approach emphasize two things. First, many real-world investors bear little resemblance to the cool calculators of efficient-market theory: they’re all too subject to herd behavior, to bouts of irrational exuberance and unwarranted panic. Second, even those who try to base their decisions on cool calculation often find that they can’t, that problems of trust, credibility and limited collateral force them to run with the herd.

On the first point: even during the heyday of the efficient-market hypothesis, it seemed obvious that many real-world investors aren’t as rational as the prevailing models assumed. Larry Summers once began a paper on finance by declaring: “THERE ARE IDIOTS. Look around.” But what kind of idiots (the preferred term in the academic literature, actually, is “noise traders”) are we talking about? Behavioral finance, drawing on the broader movement known as behavioral economics, tries to answer that question by relating the apparent irrationality of investors to known biases in human cognition, like the tendency to care more about small losses than small gains or the tendency to extrapolate too readily from small samples (e.g., assuming that because home prices rose in the past few years, they’ll keep on rising).

Until the crisis, efficient-market advocates like Eugene Fama dismissed the evidence produced on behalf of behavioral finance as a collection of “curiosity items” of no real importance. That’s a much harder position to maintain now that the collapse of a vast bubble — a bubble correctly diagnosed by behavioral economists like Robert Shiller of Yale, who related it to past episodes of “irrational exuberance” — has brought the world economy to its knees.

On the second point: suppose that there are, indeed, idiots. How much do they matter? Not much, argued Milton Friedman in an influential 1953 paper: smart investors will make money by buying when the idiots sell and selling when they buy and will stabilize markets in the process. But the second strand of behavioral finance says that Friedman was wrong, that financial markets are sometimes highly unstable, and right now that view seems hard to reject.

Probably the most influential paper in this vein was a 1997 publication by Andrei Shleifer of Harvard and Robert Vishny of Chicago, which amounted to a formalization of the old line that “the market can stay irrational longer than you can stay solvent.” As they pointed out, arbitrageurs — the people who are supposed to buy low and sell high — need capital to do their jobs. And a severe plunge in asset prices, even if it makes no sense in terms of fundamentals, tends to deplete that capital. As a result, the smart money is forced out of the market, and prices may go into a downward spiral.

The spread of the current financial crisis seemed almost like an object lesson in the perils of financial instability. And the general ideas underlying models of financial instability have proved highly relevant to economic policy: a focus on the depleted capital of financial institutions helped guide policy actions taken after the fall of Lehman, and it looks (cross your fingers) as if these actions successfully headed off an even bigger financial collapse.

Meanwhile, what about macroeconomics? Recent events have pretty decisively refuted the idea that recessions are an optimal response to fluctuations in the rate of technological progress; a more or less Keynesian view is the only plausible game in town. Yet standard New Keynesian models left no room for a crisis like the one we’re having, because those models generally accepted the efficient-market view of the financial sector.

There were some exceptions. One line of work, pioneered by none other than Ben Bernanke working with Mark Gertler of New York University, emphasized the way the lack of sufficient collateral can hinder the ability of businesses to raise funds and pursue investment opportunities. A related line of work, largely established by my Princeton colleague Nobuhiro Kiyotaki and John Moore of the London School of Economics, argued that prices of assets such as real estate can suffer self-reinforcing plunges that in turn depress the economy as a whole. But until now the impact of dysfunctional finance hasn’t been at the core even of Keynesian economics. Clearly, that has to change.

VIII. RE-EMBRACING KEYNES

So here’s what I think economists have to do. First, they have to face up to the inconvenient reality that financial markets fall far short of perfection, that they are subject to extraordinary delusions and the madness of crowds. Second, they have to admit — and this will be very hard for the people who giggled and whispered over Keynes — that Keynesian economics remains the best framework we have for making sense of recessions and depressions. Third, they’ll have to do their best to incorporate the realities of finance into macroeconomics.

Many economists will find these changes deeply disturbing. It will be a long time, if ever, before the new, more realistic approaches to finance and macroeconomics offer the same kind of clarity, completeness and sheer beauty that characterizes the full neoclassical approach. To some economists that will be a reason to cling to neoclassicism, despite its utter failure to make sense of the greatest economic crisis in three generations. This seems, however, like a good time to recall the words of H. L. Mencken: “There is always an easy solution to every human problem — neat, plausible and wrong.”

When it comes to the all-too-human problem of recessions and depressions, economists need to abandon the neat but wrong solution of assuming that everyone is rational and markets work perfectly. The vision that emerges as the profession rethinks its foundations may not be all that clear; it certainly won’t be neat; but we can hope that it will have the virtue of being at least partly right.

Paul Krugman is a Times Op-Ed columnist and winner of the 2008 Nobel Memorial Prize in Economic Science. His latest book is “The Return of Depression Economics and the Crisis of 2008.”

Hablar mal de México. Denisse Dresser

Llamado a hablar mal de México

Publicado el: 28-Agosto-2009

“Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto? Sí. Habrá el canto sobre los tiempos oscuros”, Bertolt Brecht.

Hace unos días, el presidente Felipe Calderón criticó a los críticos y convocó a hablar bien de México: “Hablar bien de México, de las ventajas que México tiene … es la manera de construir, precisamente, el futuro del país”. Y de allí, siguiendo su propio exhorto, pasó a congratularse porque la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes aquí es más baja que en Colombia, Brasil, El Salvador o Nueva Orleáns. Las ventajas de México quedarán claras cuando decidamos hablar bien del país, concluyó.

Escribo ahora para pedirte —lector o lectora— que hagas exactamente lo contrario a lo que el Presidente exige. Escribo ahora para recordarte que el estoicismo, la resignación, la complicidad, el silencio, y la impasibilidad de tantos explican por qué un país tan majestuoso como México ha sido tan mal gobernado. Es la tarea del ciudadano, como lo apuntaba Gunther Grass, vivir con la boca abierta. Hablar bien de los ríos claros y transparentes, pero hablar mal de los políticos opacos y tramposos; hablar bien de los árboles erguidos y frondosos pero hablar mal de las instituciones torcidas y corrompidas; hablar bien del país pero hablar mal de quienes se lo han embolsado.

El oficio de ser un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad aunque haya tantos empeñados en esconderla. De decirle a los corruptos que lo han sido; de decirle a los abusivos que deberían dejar de serlo; de decirle a quienes han expoliado al país que no tienen derecho a seguir haciéndolo; de mirar a México con la honestidad que necesita; de mostrar que somos mejor que nuestra clase política y no tenemos el gobierno que merecemos. De vivir anclado en la indignación permanente: criticando, proponiendo, sacudiendo. De alzar la vara de medición. De convertirte en autor de un lenguaje que intenta decirle la verdad al poder. Porque hay pocas cosas peores —como lo advertía Martin Luther King— que el apabullante silencio de la gente buena. Ser ciudadano requiere entender que la obligación intelectual mayor es rendirle tributo a tu país a través de la crítica.

Ahora bien, ser un buen ciudadano en México no es una tarea fácil. Implica tolerar los vituperios de quienes te exigen que te pases el alto, cuando insistes en pararte allí. Implica resistir las burlas de quienes te rodean cuando admites que pagas impuestos, porque lo consideras una obligación moral. Lleva con frecuencia a la sensación de desesperación ante el poder omnipresente de los medios, la gerontocracia sindical, los empresarios resistentes al cambio, los empe~nados en proteger sus privilegios.

Aun así me parece que hay un gran valor en el espíritu de oposición permanente y constructiva versus el acomodamiento fácil. Hay algo intelectual y moralmente poderoso en disentir del statu quo y encabezar la lucha por la representación de quienes no tienen voz en su propio país. Como apunta el escritor J.M. Coetzee, cuando algunos hombres sufren injustamente, es el destino de quienes son testigos de su sufrimiento, padecer la humillación de presenciarlo. Por ello se vuelve imperativo criticar la corrupción, defender a los débiles, retar a la autoridad imperfecta u opresiva. Por ello se vuelve fundamental seguir denunciando las casas de Arturo Montiel y los pasaportes falsos de Raúl Salinas de Gortari y las mentiras de Mario Marín y los abusos de Carlos Romero Deschamps y el escandaloso Partido Verde y los niños muertos de la guardería ABC y los cinco millones de pobres más.

No se trata de desempeñar el papel de quejumbroso y plañidero o erigirse en la Cassandra que nadie quiere oir. No se trata de llevar a cabo una crítica rutinaria, monocromática, predecible. Más bien un buen ciudadano busca mantener vivas las aspiraciones eternas de verdad y justicia en un sistema político que se burla de ellas. Sabe que el suyo debe ser un papel puntiagudo, punzante, cuestionador. Sabe que le corresponde hacer las preguntas difíciles, confrontar la ortodoxia, enfrentar el dogma. Sabe que debe asumirse como alguien cuya razón de ser es representar a las personas y a las causas que muchos preferirían ignorar. Sabe que todos los seres humanos tienen derecho a aspirar a ciertos estándares decentes de comportamiento de parte del gobierno. Y sabe que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada: hablando, escribiendo, participando, diagnosticando un problema o fundando una ONG para lidiar con él.

Ser un buen ciudadano en México es una vocación que requiere compromiso y osadía. Es tener el valor de creer en algo profundamente y estar dispuesto a convencer a los demás sobre ello. Es retar de manera continua las medias verdades, la mediocridad, la corrección política, la mendacidad. Es resistir la cooptación. Es vivir produciendo pequeños shocks y terremotos y sacudidas. Vivir generando incomodidad. Vivir en alerta constante.Vivir sin bajar la guardia. Vivir alterando, milímetro tras milímetro, la percepción de la realidad para así cambiarla. Vivir, como lo sugería George Orwell, diciéndoles a los demás lo que no quieren oir.

Quienes hacen suyo el oficio de disentir no están en busca del avance material, del avance personal o de una relación cercana con un diputado o un delegado o un presidente municipal o un secretario de Estado o un presidente. Viven en ese lugar habitado por quienes entienden que ningún poder es demasiado grande para ser criticado. El oficio de ser incómodo no trae consigo privilegios ni reconocimiento, ni premios, ni honores. Uno se vuelve la persona que nadie sabe en realidad si debe ser invitado, o el colaborador de una revista a la cual le recortan la publicidad.

Pero el ciudadano crítico debe poseer una gran capacidad para resistir las imágenes convencionales, las narrativas oficiales, las justificaciones circuladas por televisoras poderosas o presidentes porristas. La tarea que le toca —te toca— precisamente es la de desenmascarar versiones alternativas y desenterrar lo olvidado. No es una tarea fácil porque implica estar parado siempre del lado de los que no tienen quién los represente, escribe Edward Said. Y no por idealismo romántico, sino por el compromiso con formar parte del equipo de rescate de un país secuestrado por gobernadores venales y líderes sindicales corruptos y monopolistas rapaces. Aunque la voz del crítico es solitaria, adquiere resonancia en la medida en la que es capaz de articular la realidad de un movimiento o las aspiraciones de un grupo. Es una voz que nos recuerda aquello que está escrito en la tumba de Sigmund Freud en Vienna: “la voz de la razón es pequeña pero muy persistente”.

Vivir así tiene una extraordinaria ventaja: la libertad. El enorme placer de pensar por uno mismo. Eso que te lleva a ver las cosas no simplemente como son, sino por qué llegaron a ser de esa manera. Cuando asumes el pensamiento crítico, no percibes a la realidad como un hecho dado, inamovible, incambiable, sino como una situación contingente, resultado de decisiones humanas. La crisis del país se convierte en algo que es posible revertir, que es posible alterar mediante la acción decidida y el debate público intenso. La crítica se convierte en una forma de abastecer la esperanza en el país posible. Hablar mal de México se vuelve una forma de aspirar al país mejor.

Esta es una posición vital extraordinariamente útil pero heterodoxa en un lugar que cambia pero muy lentamente debido la complicidad de sus habitantes y sus gobernantes. Porque hay tantos que parten de la premisa: “así es México”. Tantos que parten de la inevitabilidad. Tantos que parten de la conformidad. Ya lo decía Octavio Paz: “Y si no somos todos estóicos e impasibles —como Júarez y Cuauhtémoc— al menos procuramos ser resignados, pacientes y sufridos. La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de nuestras victorias nos conmueve nuestra entereza ante la adversidad”. Allí está nuestro conformismo con la corrupción cuando es compartida. Nuestra propensión a compararnos hacia abajo y congratularnos —como lo hace Felipe Calderón— porque por lo menos México no es tan violento como la ciudad de Nueva Orleans.

Ante esa propensión al conformismo te invito a hablar mal de México. A formar parte de los ciudadanos que se rehusan a aceptar la lógica compartida del “por lo menos”. A los que ejercen a cabalidad el oficio de la ciudadanía crítica. A los que alzan un espejo para que un país pueda verse a sí mismo tal y como es. A los que dicen “no”. A los que resisten el uso arbitrario de la autoridad. A los que asumen el reto de la inteligencia libre. A los que piensan diferente. A los que declaran que el emperador está desnudo. A los que se involucran en causas y en temas y en movimientos más grandes que sí mismos. A los que en tiempos de grandes disyuntivas éticas no pemanecen neutrales. A los que se niegan a ser espectadores de la injusticia o la estupidez. A los que critican a México porque están cansados de aquello que Carlos Pellicer llamó “el esplendor ausente”. A los que cantan en la oscuridad porque es la única forma de iluminarla.

Saturday, September 26, 2009

México, SÍ SE PUEDE!

Un discurso magnífico que Denisse leyó en la entrega de reconocimientos a los 50 personajes que mueven a México. Se difundió muy poco el 1º. de abril. Dieron cuenta del evento: Excélsior, La Vanguardia y alguno sobre "espectáculos". Lamentable que le hagan mutis y los medios silencien una voz crítica que disgusta al poder. Estimo que debe difundirse ampliamente. Vale la pena.


LOS QUE MUEVEN A MEXICO
DENISE DRESSER

Alguna vez, el periodista Julio Scherer García le pidió a Ernesto Zedillo que le hablara de su amor por México. Le sugirió que hablara del arte, de la geografía, de la historia del país. De sus montañas y sus valles y sus volcanes y sus héroes y sus tardes soleadas. El ex-presidente no supo qué contestar. Hoy es probable que muchos mexicanos tampoco sepan cómo hacerlo. Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a quienes entran en contacto a él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. Con la crónica de catástrofes; de corruptelas; de personajes demasiado pequeños para el país que habitan.

México padece lo que Jorge Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs, bautizó como la "fracasomanía": el pesimismo persistente ante una realidad que parece inamovible. La propensión colectiva a pensar que la corrupción no puede ser combatida; que los políticos no pueden ser propositivos; que la sociedad no puede ser movilizada; que la población no puede ser educada; que los buenos siempre sucumben; que los reformadores siempre pierden. Por ello es mejor callar. Es mejor ignorar. Es mejor emigrar.

Pero lo que nos congrega aquí hoy sugiere lo contrario. Por cada tache que se le pueda colocar a este país, existe una paloma. Más de 50 palomas. Frente a todos los motivos para cerrar los ojos están todos los motivos para abrirlos. Frente a las razones para perder la fe en México estan todas las razones para recuperarla. La determinación de Lorena Ochoa. La pluma de Carlos Fuentes. La inteligencia de Mario Molina. El profesionalismo de Carlos Loret de Mola. El talento de Salma Hayek. La chispa de Diego Luna. La visión empresarial de María Asunción Aramburuzavala. La imaginación de Angeles Mastretta. El humor de Carlos Monsivaís. La tenacidad de Alejandra de Cima. La sencillez de Gael García Bernal. Las canciones de Julieta Venegas. El espíritu democrático de Margarita Zavala. La creatividad de Julieta Fierro. La forma en la cual Alondra de la Parra conduce una orquesta o Rafael Márquez mete un gol o Cristina Pacheco hace una entrevista.
La labor filantrópica de Alfredo Harp Helu. El periodismo implacable de Miguel Angel Granados Chapa. La arquitectura de Teodoro González de Leon. La voz de Ximena Sariñana. Los huipiles de Beatriz Paredes.

Cada persona tendrá su propia lista, su propio pedazo del país colgado del corazón. Una lista larga, rica, colorida, voluptuosa, fragante... Una lista que debe comenzar con las palabras de la chef Marta Ortiz Chapa: "Siempre me gusto ser mexicana". Una lista con la cual contener el pesimismo; un antídoto ante la apatía; una vacuna contra la desilusión... Una lista de lo mejor de México. Una lista para despertarse en las mañanas. Una lista para pelear contra lo que Susan Sontag llamó "la complicidad con el desastre".

Una lista como la compilada por la revista "Quien" hoy pero que en mi propio caso va más allá de ello para incluir todo lo que yo amo de mi país. Los murales de Diego Rivera. Las enchiladas suizas de Sanborns... Las mariposas en Michoacán. El cine de Alfonso Cuarón. El valor de Emilio Alvarez Icaza. Los huevos rancheros y los chilaquiles con pollo. El mole negro de Oaxaca. Los libros de Elena Poniatowska. La decencia de Germán Dehesa. Los tacos al pastor con salsa y cilantro. El mar en Punta Mita. La poesía de Efraín Huerta. El Espacio Escultórico al amanecer. Cualquier Zócalo, cualquier domingo.

La forma en que los mexicanos se besan y se saludan y se dicen "buenas tardes" al subirse al elevador. Las fiestas ruidosas los sábados por la tarde... La casa de Luis Barragán. Los amigos que siempre tienen tiempo para tomarse un tequila. Los picos coloridos de las piñatas. Las casas de Manuel Parra. Las bugambilias y los alcatraces y los magueyes. Las caricaturas de Naranjo y los cartones de Calderón. El helado de guanabana. La talavera de Puebla. Las fotografías de Graciela Iturbide. Los mangos con chile parados en un palo de madera. Las comidas largas y las palmeras frondosas. Las mujeres del grupo Semillas y las mujeres que luchan por otras - todavía - en Ciudad Júarez.

Y más allá de este recinto y este reconocimiento a cincuenta personas, habría que aprovechar la ocasión para pensar un momento en todos aquellos que también mueven a México. Sus habitantes. Ese país habitado por millones de hombres y mujeres mexicanas que se levantan al alba a prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar el arroz, a planchar los pantalones, a terminar la trenza, a correr detrás del camión, a trabajar donde puedan y donde les paguen por hacerlo. El país de muchas mujeres y hombres que duermen poco porque cargan con mucho.

Para acompañarlos les pido que piensen por un momento en las siguientes preguntas. ¿Y si ustedes vivieran y mantuvieran a sus familias con 3,000 pesos al mes? ¿Y si les tomara mas de dos horas y tres formas diferentes de transporte público llegar a su trabajo? ¿Y si al regresar a casa, después de un largo día, su esposo las golpeara? ¿Y si, aunque ustedes contaran su caso cientos de veces, prevaleciera el silencio? ¿Y si su hija o su madre o su hermana fuera violada en la calle o cerca de un cuartel del Ejército? ¿Y si en el Ministerio Público le dijeran que ella se lo buscó o que lo ocurrido no es un crimen? ¿Y si resultara embarazada y la despidieran por ello? ¿Y si hubiera complicaciones y no pudiera pagarle al médico? ¿Y si ustedes estuvieran condenadas a la precariedad cotidiana como tantas más?

Para muchas mujeres en México esas preguntas no son hipotéticas sino reales. No representan lo que podría ocurrir sino lo que ocurre. En México, ser mujer entraña tener sólo 7 años de escolaridad promedio. En México ser mujer y trabajar en una maquiladora significa estar en peligro de muerte. En México, ser mujer implica el 30 por ciento de probabilidad de tener un hijo antes de los 20 años. En México todavía entraña luchar por el derecho a serlo.

Porque el país cambia pero no lo suficiente; porque México se mueve pero no a la velocidad que podría y debería. Algo está mal. Algo no funciona. Tiene que ver con el control y los privilegios. Tiene que ver con 23 millones de personas en este país que viven con 20 pesos al día. Tiene que ver con que 1 de cada 5 mexicanos entre la edad de 25 y 35 años vive y trabaja en Estados Unidos. Tiene que ver con el éxodo de 400,000 migrantes que cruzan la frontera en busca de oportunidades que no encuentran en su propio país. Con que el hijo de un obrero tiene solo el 5 por ciento de probabilidades de convertirse en profesionista.

Allí están para quien las quiera ver: señales claras de un statu quo que es insostenible; síntomas de problemas profundos, históricos, estructurales. A lo largo del sur del país y a lo ancho de sus zonas más pobres. En cada institución disfuncional y en cada funcionario insensible que la encabeza. En cada decisión arbitraria por parte de alguien que ejerce el poder y en cada mexicana que padece sus consecuencias.

De allí que se vuelva imperativo celebrar a aquellos que están en la lista de quienes mueven a México, y al mismo tiempo reflexionar en lo mucho que falta por hacer. Pensar en un México menos cupular y más ciudadano. Menos elitista y más democrático. Menos interesado en retener las oportunidades insólitas que tienen algunos y más interesado en crearlas para otros. De lo que se trata, en esencia, es de cambiar la forma geométrica del país. Pasar del triángulo al rombo. Crear una amplia clase media poblada por personas con voz, con derechos, con oportunidades para generar riqueza y acumularla. Crear mexicanos, emprendedores, educados, competitivos, meritocráticos porque el país les permite serlo. Crear un sistema económico que promueva la movilidad social en vez de permitir la perpetuación de obstáculos que la inhiben.

Y vivir todos los días con esa lista de lo mejor y lo posible para así pelear contra la lógica enraizada del "por lo menos": "por lo menos hay paz social; "por lo menos" la pobreza extrema ha disminuido un poco; "Por lo menos no ocupamos el último lugar en las evaluaciones PISA de educación". "Por lo menos en el sexenio pasado sólo se robaron un Jeef Rojo y una Hummer". Hoy, la lógica compartida del "por lo menos" equivale a una defensa de la mediocridad. Equivale a una apología del statu quo que beneficia a pocos y perjudica a muchos. México solo será un país mejor cuando sus habitantes dejen de pensar en términos relativos y empiecen a exigir en términos absolutos. Cuando se conviertan en profetas armados con una visión de lo que podría ser. Cuando empuñen lo que Martin Luther King llamó "coraje moral". Cuando vociferen que los bonos sexenales y la rapacidad de los sindicatos y la educación atorada y el desempleo constante y la inseguridad lacerante son realidades que ningún mexicano está dispuesto a aceptar. Porque si nadie alza la vara, el país seguirá viviendo - aplastado - debajo de ella. Porque si sólo 50 personas exigen que las cosas cambien, nunca lo harán. Porque si los mexicanos siguen habitando el laberinto de la conformidad, será muy difícil sacudir al país desde allí.

Quienes pueblan esta lista saben que hay tanto por hacer; tanto por cambiar; tantos sitios donde amontonar el optimismo. El optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia. El optimismo perpetuo que se convierte en multiplicador. El optimismo que debe llevar espero - a cada uno de los presentes - a hacer una declaración de fe, como la frase que acuñó Rosario Castellanos. Una filosofía personal para ver y andar, vivir y cambiar, participar y no sólo presenciar.

Una filosofía para compartir la terca esperanza de quien habla hoy y acompaña a los premiados. La convicción inquebrantable de mejorar a México. De restañar a la República. De volver a México un país de ciudadanos. Un lugar poblado por personas conscientes de sus derechos y dispuestos a contribuir para defenderlos. Dispuestos a llevar a cabo pequeñas acciones que produzcan grandes cambios. Dispuestos a sacrificar su zona de seguridad personal para que otros la compartan.

Yo creo que ser de clase media en un país con cuarenta millones de pobres es ser privilegiado. Y los privilegiados tienen la obligación de regresar algo al país que les ha permitido obtener esa posición. Porque para qué sirve la experiencia, el conocimiento, el talento, si no se usa para hacer de México un lugar más justo? Para qué sirve el ascenso social si hay que pararse sobre las espaldas de otros para conseguirlo? Para qué sirve la educación si no se ayuda a los demás a obtenerla? Para qué sirve la riqueza si hay que erigir cercas electrificadas cada vez más altas para defenderla? Para qué sirve ser habitante de un país si no se asume la responsabilidad compartida de asegurar vidas dignas allí? Yo creo en la obligación ciudadana de vivir en la indignación permanente: criticando, denunciando, proponiendo, sacudiendo. Porque los buenos gobiernos se construyen a base de buenos ciudadanos y sólo los inconformes lo son.

Yo creo que muchos de los miembros de esta lista logran hacer cosas extraordinarias. Aquellos que hacen más que pararse en fila y en silencio. Individuos que pelean por los derechos de quienes ni siquiera saben que los tienen. Alejandro Martí, denunciando a los policías cómplices y acorralando a los políticos que los protegen. Carmen Aristegui, liderando la oposición contra la impunidad y concientizando al país sobre sus efectos. Guillermo Ortiz, peleando por la competencia y denunciando los costos que el país ha pagado al obstaculizarla. María Elena Morera, sacudiendo a una sociedad aletargada y ayudándola a discernir el papel que debería desempeñar. Miguel Ángel Granados Chapa, defendiendo-con su columna -- la humanidad esencial de quienes la han perdido y ayudándolos a recuperarla. Ellos y tantos más, héroes y heroínas de todos los días. Ombudsman cotidianos.

Yo creo que mientras existan individuos como muchos de los que hoy celebramos - encendidos, comprometidos, preocupados - el contagio continuará, poco a poco, y a empujones como todo lo que vale la pena. El monólogo de los líderes se convertirá en el coro de la población. La exasperación de los ciudadanos construirá cercos en torno a los políticos. Yo creo que un día - no tan lejano, quizás - habrá un diputado que suba a la tribuna y exija algo a nombre de la gente que lo ha elegido. En lugar de mirar con quién se codea en el poder, mirará a quienes lo llevaron allí. Y México será otro país, otro.

Yo creo que eso es posible, pero sólo ocurrirá cuando la fe los mexicanos aplaudidos por la revista "Quien" se vuelva la convicción de muchos. Cuando la crítica fácil se traduzca en la participación transformadora. Cuando la creencia en el cambio se concretice en acciones diarias para asegurarlo. Cuando más mexicanos memoricen las palabras de mi amigo - el empresario y filántropo -- Manuel Arango: "El que no sepa qué hacer por México que se ponga a saltar en un solo pie y algo se le ocurrirá". Cuando saltando juntos logremos, de verdad, mover mejor a México.

Sunday, August 2, 2009

Un poco de hoy, empezando el mes

Con la mirada fija en el futuro, el corazón enamorado del presente y la memoria siempre presente en el pasado.

Por que yo fui, yo soy y yo seré...

Con un corazón que late por vivir, lleno de esperanza y de amor =)

Friday, July 31, 2009

Fucho

Pues es una rola de un nvo grupillo que descubrí de acá de los Gdl's y me agrada mucho y además como ya saben para todos los buenos y lindos chivas de corazón como iop =) está más padre!! jajaja




El grupo es Barrio Zumba y tiene otras rolas padres, bueno por lo menos a mi me gustán... pa que las chequen en youtube.. La de "Mexicano" está buena onda!

Thursday, July 30, 2009

Utopía

Cada uno tenemos nuestro propio ideal...

Formas diferentes de funcionar...

Formas diferentes de entender...

Pero si tan sólo todos tuvieramos el mismo ideal de paz y de amor, el mundo sería tan diferente! Si tan sólo pudiesemos pensar en el prójimo, pensar en nuestros hermanos, pensar en el que nos necesita más que en nosotros mismos... Si tan sólo dejasemos de lado esa comodidad personal que no nos aporta nada más que un placer momentaneo, quizá este mundo pudiera ser un poquito mejor.

Paz y amor, que no sean simples palabras, que no sean simples ideales de un movimiento casi extinto...

Paz y amor que sean acciones que muevan al mundo!

Friday, July 3, 2009

23 razones para votar

Escrito publicado por José Woldenberg en el periódico Reforma

1. Los votos construirán gobiernos estatales, ayuntamientos, congresos locales, jefaturas delegaciones, asamblea legislativa y Cámara de Diputados.

2. Los votos cuentan.

3. Cuentan desde hace muy poco.

4. Existen diferentes opciones.

5. Es una falacia que todos sean lo mismo.

6. Resulta una elaboración intelectual insostenible que los políticos y los partidos no puedan diferenciarse.

7. La derivación política de esa construcción intelectual recuerda a los discursos antipolíticos elementales y reduccionistas: una "clase política cerrada, amafiada, incapaz" contra un pueblo "noble, incorruptible, virtuoso".

8. La abstención no cuenta.

9. La abstención también puede ser leída como consenso pasivo.

10. La abstención se alimenta de muy diferentes humores públicos: la resignación y la distancia, la crítica, la inercia y el desprecio a la política en bloque.

11. El voto nulo -no la abstención- tendrá también diferentes nutrientes: los errores, las gracejadas (votar por El Hombre Araña, por ejemplo) y la crítica indiferenciada al mundo de la política y los partidos.

12. El voto nulo en sí mismo no expresará más que hartazgo, desencanto, malestar.

13. Cada uno de los que está llamando al voto nulo al enunciar sus razones entra en contradicción con otros que también dejarán su voto en blanco. Ejemplos: los que llaman a anular el voto porque están en desacuerdo con la reforma de 2007 contra los que no quieren que los tiempos de radio y televisión vuelvan a ser comercializados; los que desean la posibilidad de reelección inmediata de los legisladores contra los que se expresan contra "la partidocracia"; los que demandan acabar con los diputados plurinominales y los que quieren que las minorías tengan representación. Votarán en blanco los que añoran el viejo verticalismo y los que ambicionan más y mejor democracia.

14. Los padres y madres del voto nulo tienen solo en común eso: malestar.

15. Votar es la punta de un iceberg civilizatorio que supone la existencia de corrientes político-ideológicas organizadas (partidos), que expresan la diversidad existente en la sociedad, que han encontrado un método participativo y pacífico para nombrar gobiernos y órganos legislativos, lo cual coadyuva a la coexistencia de la pluralidad.

16. El mundo de la representación plural lo forjó la gente votando. En 20 años, a través del voto, el universo institucional cambió de manera radical. De un espacio ocupado (prácticamente) por una sola fuerza a un espacio habitado por la diversidad. (Datos: 1988, todos los gobernadores, todos los senadores y el 82 por ciento de los diputados eran del PRI; hoy tenemos gobernadores de tres partidos y en el Senado y la Cámara de Diputados ninguno tiene mayoría absoluta de escaños. Y eso lo realizaron los ciudadanos votando).

17. El voto ha sido un instrumento inmejorable para ampliar el ejercicio de las libertades.

18. Si algunos de los que llaman a anular el voto quieren participar en el espacio de la representación política tendrán, más temprano que tarde, que organizar su propia opción, y en ese momento aparecerá un nuevo partido (Ni modo, son inescapables).

19. El voto nulo tiene además un tufo de desprecio hacia una institución central de la República: la Cámara de Diputados. Porque me pregunto: ¿cuántos de los que llaman a anular el voto lo harían si lo que estuviera en juego fuera la Presidencia de la República?

20. Hay que crearles un contexto de exigencia a políticos, partidos, congresos y gobiernos. Pero no es abandonando la plaza y dejando que otros decidan la mejor opción.

21. Los preocupados por la vida política del país están obligados a generar diagnósticos y propuestas de reformas, fórmulas de organización, agendas que graviten sobre la toma de decisiones, mecanismos de rendición de cuentas, en una palabra, una trama civil que eleve la presencia de las organizaciones y las propuestas que emergen desde la sociedad. Y ello no está ligado, necesariamente, al voto nulo.

22. Los propios partidos, por necesidad o por virtud, han incorporado a sus listas a ciudadanos no afiliados a ellos (ejemplos: Guadalupe Loaeza -PRD-, Gastón Luken -PAN-, Alejandro Gertz Manero -Convergencia- Jaime Cárdenas -PT-, Miguel Galván -PSD-).

23. Porque "todo lo que es también puede no ser" (Milan Kundera, Un encuentro, Tusquets, México, 2009, P. 100). Y espero que un día no nos encontremos sin partidos, elecciones, Congreso plural, división de poderes y súmele usted.

Ahora bien, quiere usted abstenerse o anular su voto, hágalo. Está en su derecho. Piense, sin embargo, en los que ya asumen su representación.

Reforma
25/06/2009

Thursday, July 2, 2009

Otra canción :P

Esta igual la encontré dentro de mis papeles de mis clases de guitarra hace ia añitos jeje, en lo personal no me siento taaan identificada con la canción pero se que quizá a algunos si les identifique y pues aparte pienso que dice cosas que tienen razón como el hecho de que hay que saber amar y perdonar.

El es el mejor de mis amigos
Todo lo que soy lo debo a él
Donde voy yo se que está conmigo
Con su mano pronta a proteger
Traigo una verdad en este canto
Que la llevo en mi corazón
Es posible acordarse tanto
De quien vive en la imaginación

Mi padre fue
Quien me enseñó
A encontrar en la tristeza una esperanza
Mi padre fue
Quien me mostró
Que todo hombre guarda un sueño de la infancia
Me convenció
Porque creyó
Que con la fe se sacan piedras del camino
También me dió
Con mucho amor
Por que está solo quien no sabe dar cariño
Yo comprendí
Y se que nada
Hay más bonito que un niño sonriendo
Saber amar
Y perdonar
Son cosas simples que con él fui aprendiendo
Yo quiero ver
El sol nacer
Y mil gorriones libres despejando flores
Quiero crecer
Quiero tener
Un arcoiris derramando sus colores
Quiero sentir
Que el corazón
Aun le guarda un lugar a un sentimiento
Quiero gritar
Que el mundo oira
Que el amor domina en todos los momentos

Mi padre fue
Mi gran amigo
Y me enseñó a perdonar a mis enemigos
Le quiero hoy agradecer
Pues no sería lo que soy sino es con él.

¡Piensa en Ti!

Hoy organizando algunos papeles en mi cuarto me topé con este poema que me dio un muy apreciado maestro de guitarra hace ya varios años, quizá unos 8 o por ahí estaba yo como en primero de secundaria, alrededor del 2001-2002 no lo recuerdo tan bien. El poema es de su autoria, mi prof se llama Juan Carlos Alcalá y la verdad es una persona a quien respeto mucho como tanto como músico y como persona.

Y pues ahí se los dejo para que lo mediten un rato.


Cuando sientes que has perdido todo
Piensa en Ti
Piensa que siempre hay
Una luz, una esperanza
Una luz que ilumina tu camino
Una esperanza, que alivia tu alma
Una luz brillante
Que bañe tu cuerpo
E ilumine tu espíritu
Hasta el rincón
Más profundo de tu ser
Una esperanza
Que hace tu vida menos tensa
Y tan ligera
Como una veleta
A la deriva en altamar
Piensa en todos los caminos
Tienen un destino
Y todas las veredas
Tienen un final
Por la angustia
Que te ahoga, que te oprime
Que te aniquila, que te suicida
Piensa con optimismo
Cuando sientas que has perdido todo
¡Piensa en Ti!
Relájate con la luz del DIA
Que te sonríe con alegría
Contágiate con la luz del sol
Que nos brinda su calor
Da gracias por la sonrisa de un niño
Por su inocencia
Por su página en blanco
En la que escribiremos
Nuestra mejor poesía
Cuando sientas que has perdido todo
¡Piensa en Ti!
Disfruta la noche estrellada
Y en sus millares de luces
Encontraras respuestas sabias
A tus muchas inquietudes
Recoge de las flores
Su aroma y su colorido
Que en los montes y en los valles
Perfuman y embellecen el paisaje
Hereda la sencillez
Del campesino, del obrero
Cuando sientas que la vida te alcanza
El destino se acorta
¡Piensa en Ti!
Da gracias por los problemas
Que te plantea la vida
Porque ellos te hacen crecer
Te dan fortaleza, vitalidad.

Tuesday, June 30, 2009

Pirateada del Blog de IiteL

Aquí recordando los viejos tiempos, no tan viejos del danzamimos y la camarita... Luego pondré también la de las fumadeces en la fosa con el marciano pero por lo pronto va la de los monitos, con los carpenters!! y lleno de buenos sentimientos =) pura buena vibra gente!!



Why do birds suddenly appear
Every time you are near?
Just like me, they long to be
Close to you.

Why do stars fall down from the sky
Every time you walk by?
Just like me, they long to be
Close to you.

On the day that you were born
The angels got together
And decided to create a dream come true
So they sprinkled moon dust in your hair of gold
And starlight in your eyes of blue.

That is why all the girls in town
Follow you all around.
Just like me, they long to be
Close to you.

On the day that you were born
The angels got together
And decided to create a dream come true
So they sprinkled moon dust in your hair of gold
And starlight in your eyes of blue.

That is why all the girls in town
Follow you all around.
Just like me, they long to be
Close to you.
Just like me (Just like me)
They long to be
Close to you.

Wahhhhhhhhhhh, close to you.
Wahhhhhhhhhhh, close to you.
Hahhhhhhhhhhh, close to you.
Lahhhhhhhhhhh, close to you.


Y por que al final todos nacimos, crecimos, nos enamoramos, en algún punto morimos y si es q el cielo existe quizá lo conozcamos :P Mean while, carpe diem!

Saturday, June 27, 2009

Veracruz, Junio 2009

Simplemente es, o fue.
Sigo aquí, pero no estoy.

Todo empezó con una travesía recorriendo una parte del país, del noreste hacia el este pasando por el centro. La vía más corta.

Hasta el momento lo más rescatable: Tequisquiapan. Pequeño pueblo en el centro del país entre las ciudades de México y de Querétaro. Hermoso, simplemente. Con todo el toque de un pueblo, no hay más que decir. Sin embargo la gente es agradable, el ambiente tranquilo, el clima simpático, la comida tranquila. He de comentar que en esa estancia he conocido al director de la casa de la cultura del mismo lugar, un poeta. Muy interesante, muy agusto, muy enriquecedor. A veces me gustaría que hubiera más gente así, sencilla, culta, humilde, de quien aprender y con quien aprender. Con quien disfrutar una buena taza de te o de café mientras se tiene una charla, viendo el tiempo pasar. Pero supongo también que si hubieran más personas así por un lado no apreciariamos igual y por otro no tendría tiempo para estar con todas, así que mejor nooo, que sean pocas y que las pueda aprovechar!!

A parte de eso no puedo decir, definitivamente que haya sido el mejor viaje de mi vida. Sólo uno más, playas sucias, lugares descuidados, historias y nombres que recordar, información que asimilar, familia, paciencia que cultivar, neuronas que se ponen a trabajar, calor que soportar, sin embargo no fue tan malo como aparenta estar escrito, simplemente tranquilo y dentro de la rutina de unas vacaciones con mi padre, mi hermano y mis tíos y primos, no podía pedir mucho más. Es triste pero a veces el no esperar nada es lo que te otorga, el hecho de no estar decepcionada después. Simplemente dejar las cosas ser. Creo que uno de mis principales problemas en la actualidad es que no estoy agusto con nada, y es que no encuentro mi lugar. Necesito independencia y seguridad.

Cierro los ojos y pienso que ya quiero que sea agosto, saber que entré a la escuela de artes, buscar mi nuevo departamento, buscar trabajo, poner las bases para una nueva vida, diferente, alegre, libre. Todavía esta ese algo que tengo que cambiar.

Y al final todavía puedo decir que no asimilo que, Hugo, ya no estes aquí. Te extraño, me hubiera encantado ayer contarte como estuvo el ROCK literalemten!! jaja, me hubiera encantado que estuvieras aquí. De todo lo que pasó estos últimos años, sólo tu comprendes, pero yo no tanto. Te pido paciencia y fuerza!!

Friday, June 19, 2009

víspera

Esperar...

más o menos eso es una víspera... Y si espero, pero tengo tantas cosas que hacer. Mañana otro viaje más... pronto contaré los km recorridos en el 2009.
Maletas, preparativos, comida, pendientes listos... parece que nunca estará todo en orden.


Las leyes así lo dicen, el orden natural del mundo es que siempre esté en desorden.

Caos, pero se puede ordenar.

Suspira, escucha el tiempo, ve los minutos: disfruta el momento.

CARPE DIEM

Tuesday, June 9, 2009

Es un martes 9 de junio a las 11.15 de la noche

Me siento y me pongo a pensar... Mentira, cada vez pasa menos eso!! No dejo que mi cabeza le de vueltas a los pensamientos, el va y ven de cada día no me deja pensar y sin embargo llegan momentos en la vida en que no te queda otra más que pensar.

Ojala todo fuera tan fácil como pensar, y aun así pensar tiene sus complicaciones, a veces ni si quiera estoy de acuerdo conmigo misma! Me vuelvo loca... Y después de un día cansado, llegar y ver q algo no está bien, pero porque no está bien? siempre hay cosas q no están bien, realmente vale la pena?

Yo sólo sé que nada sé, q es el fin de un día más y busco tener un poco de paciencia para continuar. Le pido a mi proveedor de paciencia mi dosis para mañana, así como la sabiduría para poder comprender y aplicar la paciencia cuando realmente la necesite y no malgastarla por ahí.

Pero sobre todo espero poder seguir sonriendo al final de este día, al empezar mañana uno nuevo y así cada día seguir sonriendo.

Monday, June 8, 2009

Si muriera hoy

Muchas personas me han comentado que se sienten inspiradas por un poema atribuido a Borges aunque muchos dicen que no es de él que se llama instantes que dice así:


"Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo."



Pero la verdad es que si yo me muriera hoy volvería hacer todo como lo he hecho hasta ahora, porque es gracias a todo eso que soy quien soy y lo que soy y estoy contenta con ello. Sólo quiciera nunca olvidar como disfrutar cada instante, cada momento, a cada una de las personas que quiero, que la vida es corta y que 20 u 80 años no importan siempre será poco el tiempo.

Si yo pudiera volvera vivir, volvería a cometer mis errores, volvería a vivir y a sentir como lo he hecho hasta ahora, pero pues ya había escrito algo así.

Sin embargo si hoy dejara de existir físicamente me gustaría que supieran mis amigos (y ellos saben quienes son) que los quiero, q les deseo lo mejor y que traten siempre de ser mejores personas y felices. A mi familia, que son mis amigos. Que no hay amor más grande q el amor de amistad. Sé que todo lo que he tenido que decir lo he dicho...

En fin mi inspiración se acabó pero mi vida al parecer continua, así que aquí sigo y seguiré y no me queda de otra más que vivir y disfrutar.

Saturday, June 6, 2009

Escribir

Por momentos sólo siento esa enorme necesidad de escribir, lo más sorprendente es que ni siquiera se que es lo que quiero escribir, que eso que quiero decir.

Necesito comunicarme, expresarlo, no siempre hablarlo pero si exteriorizarlo, con palabras, ponerle nombre aunque a veces es el equivocado. Si fuese tan fácil escribir... pero resulta que en momentos si lo es, en momentos las ideas fluyen, la mente se aclara y las palabras empiezan a venir a la mente una tras otra sin saber exactamente de donde vienen, hacia donde se dirigen o que quieren decir. De pronto ahí están, formando frases que algo quieren decir y resulta ser que ese algo es algo que ignoras pero porque quieres porque en realidad ahí está, eres consciente.

Sin embargo escribir es entrar en la realidad o salir de ella? Te das cuenta de lo que quieres y lo que no quieres, de lo que eres y lo que no eres, lo que quieres ser, lo que peudes ser, lo que el mundo es o no es... O simplemente creas todo lo que físicamente y en este mundo no es posible.

Total, no sé que escribí pero tenía la necesidad de escribir, sólo eso de escribir.

Saturday, May 23, 2009

Y uno aprende...

Y uno aprende…

Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar el alma, que el amor no significa recostarse y una relación no significa seguridad...

Y uno empieza a aprender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas; y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes..., y los futuros tienen una forma de caerse a la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado hasta el calorcito del sol quema, que hay que plantar su propio jardín y decorar su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno vale, y uno aprende y aprende...

Y con cada adiós uno aprende.

Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.

Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por compañía a tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.

Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que cualquier cantidad de dinero.

Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados y que el que no lucha por ellos, tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.

Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.

Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba ya no tiene ningún sentido.

Pero desafortunadamente... ¡Sólo con el tiempo!

Wednesday, April 29, 2009

...

"La finalidad del hombre es sentir la vida fluir por sus venas. Los objetivos de cada uno dependen de su sexo, nacionalidad, ideas y posibilidades pero lo que todos tienen en común es vivir. Otra parte de la finalidad es hacer que las demás personas también se sientan vivas, a lo mejor no todo el mundo, pero si los que están cercanos.

Amor es una palabra muy compleja, y bien hay una frase que dice: “si puedes definir, el odio o el amor, amigo que desilusión”. No existe una definición para esta palabra. La mitad de las cosas de este mundo no tienen definición, sino propósitos y es más fácil decir el propósito que la definición. El amor es una palabra que se usa para describir el afecto por alguien. Existen diversos niveles para el amor, como lo son el amor de padres, hermanos, hijos, amigos, más que un simple amigo, novia, esposa, tíos, familiares, etc. El sentido de la frase “te quiero” se ha perdido con el tiempo porque en estos días siempre se dice “sabes que te quiero” pero lo dicen como si fueran enchiladas o algo rutinario, cuando esa frase debería ser con más sentido y realmente sintiendo lo que se está expresando.
De ahí sigue la expresión “te amo”, que está más centrada en una relación y expresa aún más el afecto hacia esa persona. Ésta también se ha perdido mucho, porque ya no se sabe lo que se siente; simplemente las personas dicen “lo amo”, “la amo” pero lo dicen sin sentido, y es muy triste ver que un día se dicen “te amo” y al otro día ves como esa misma persona está con otra diferente diciendo las mismas palabras.

La felicidad se encuentra cuando uno se siente bien consigo mismo. Cuando estás a gusto con quien eres, tu forma de ser, tu actitud hacia los demás, tu trabajo, tu familia, etc. En ese momento se dice que uno está completo y cuando uno está completo es feliz. Por otro lado hay personas que no siempre tienen al alcance todo lo que quieren y son felices. Esto es un ejemplo de la frase “el dinero no compra la felicidad”, estas personas ven como necesarios a su familia y el amor entre ellos, ven como necesarios los alimentos suficientes para sobrevivir…

La virtud más grande del ser humano es el arrepentimiento porque ninguna otra creatura tiene esa virtud. Podemos arrepentirnos de nuestros actos y con esto podemos sentirnos muy aliviados, claro, cuando el arrepentimiento es sincero. Con el arrepentimiento se logra el perdón y con esto tenemos la posibilidad de algo mejor.
Los valores son infinitos hay tantos valores que se nos inculcan desde chicos: humildad, respeto, responsabilidad, fortaleza, etc. Cada uno hace alusión a una característica que se denomina “buena” y que cada ser debería tener."

Por: HAOO